lunes, 29 de febrero de 2016

UN FINAL INESPERADO

Era tan cuidadosa que siempre se levantaba de la cama primero con el pie derecho, pero ese día en especial se levantó cuidadosamente, primero retiró el edredón, luego se sentó en la cama, bajo primero el pie derecho y luego el izquierdo, se puso las zapatillas y se levantó, abrió la persiana y fue a desayunar, se hizo dos tostadas con tomate, un zumo de naranja, un café y  un bol de fruta, cuando termino se lavó los dientes y se vistió con unos pantalones pitillos negros, unos tacones estilo clásico, su blusa favorita y una americana con los puños doblados, cogió el maletín el bolso y salió de casa.
Era el día más importante de la vida de Erika y quería que todo saliera perfecto, le gustaba tenerlo todo controlado y siempre intentaba tener una sonrisa, todo había ido de maravilla esa mañana, hacía un rato que se había despedido de sus compañeros, y aunque nadie lo sabía, para ella había sido muy importante, aunque no entendía por qué.
Iba camino de un restaurante chino del que era fan, hoy tocaba comer con toda su familia, pero antes pasaría por el hospital a firmar algunos papeles, tenía tiempo de sobra, así que decidió cambiarse y se puso un vestido coral y unas manoletinas, se sentía algo cansada. 
Todos la esperaban para empezar a comer, estaban encantados de verse, la comida fue tranquila todos conversaban alegremente y entre rollito y rollito se escuchaban viejas anécdotas y recuerdos en familia, con los postres llegaron las preguntas por los proyecto futuros y los sueños inalcanzables, Erika sonreía y escuchaba hasta que su prima le preguntó por sus sueños, esa pregunta rompió un poco más el corazón de Erika pero nadie se dio cuenta, ella contestó que su sueño se cumplía cada día y que estaba encantada de estar con ellos, siempre había sido muy poética y sólo ella misma y su padre se extrañaron de aquella contestación, tras el café todos se fueron yendo poco a poco hasta que sólo quedó en el restaurante Erika y su padre, este la miraba con cara de preocupación pero ella le abrazó y  le susurro que todo estaba bien.
Cuando llegó a casa eran ya las ocho y media, allí la esperaba la única persona con la que a Erika le apetecía estar, se dejó llevar por el abrazo cálido y reconfortante de bienvenida, era lo único que necesitaba en ese momento, se puso un camisón y unos calcetines, se sentía agotada y quería estar lo más cómoda posible, sentados en el sofá comiendo pizza hablaban de todo lo que habían vivido y de lo mucho que se querían con la televisión de fondo esperaban sin saberlo el final inevitable de aquel día.
Se habían quedado dormidos en el sofá, Erika se despertó sobre saltada y besó, casi de forma inconsciente, a la única persona que había amado, en ese momento el piso quedó totalmente destruido.

viernes, 19 de febrero de 2016

RETRATADA

Era dulce y tierna pero fría y callada a primera vista.
Divagaba por las calles buscando en ellas olvidar todos sus recuerdos y caminaba sin rumbo como persiguiendo a la libertad.
Entraba y salía de todas y cada una de las tiendas sin encontrar nada original que la enamorara.
Se sentaba en cualquier terraza con la mirada perdida y era observada por cada persona que pasaba, pero ella no lo sabía.
Iba y venía, fijándose en cada pequeño rincón olvidado de aquella enorme ciudad que siempre corría.
Se quedaba de pie en medio de la plaza más concurrida y observaba, observaba las caras de aquellos que la cruzaban sin pararse a admirar la belleza del lugar.
Se sentaba a la entrada del museo más famoso, y admiraba cada rostro que entraba y salía.
Soñaba, sentada en el césped de un hermoso parque, con la felicidad que en otros encontraba.
Volvía cada día a su pequeño piso reacia a encontrarse con la rutina que la perseguía.
Leía sentada en la terraza, ajena a todo lo que la rodeaba.
Creía ser invisible para el mundo, pero lo que no sabía es que en esa ciudad que ella recorría y observaba, era admirada y envidiada.
En cada paseo sin rumbo, en cada entrada y salida, ella era observada y perseguida.
En todas las tardes en el museo y en todos los atardeceres en el parque, ella era acompañada y cuidada.
En la mesa de al lado en cada terraza se sentaba desesperado el chico que tanto la amaba.
Y es que ella era su inspiración tan buscada, ella era el rostro que se enfocaba en mitad de una plaza abarrotada.
En cada pequeño rincón olvidado, ella había sido retratada.
La chica sin alas que volaba, la chica que él cada día observaba en su balcón.
Su musa, su modelo perfecta, su único amor.
Y fue el día que ella se atrevió a olvidar su lugar en la puerta del museo, a entrar  y experimentar una visita, vio lo que nunca habría pensado que sería posible, se vio, en todas las fotos de la exposición, ella entre la multitud borrosa, ella en su pequeño balcón, ella junto al viejo árbol del parque, ella a la entrada del museo, ella en cada  rincón, pero la foto que más le impactó fue verse en la terraza y fijarse en todos los ojos que, sin ella darse cuenta, la reconocían.
Y fue él, quien también ese día guardando los miedos en un cajón, la fotografió, sorprendida ante su propio retrato y se acercó a ella.
Y durante un tiempo los dos recorrieron las calles sin rumbo, observaron la felicidad en el rostro reflejado en el espejo cada mañana y tomaron café, cada día, en una terraza diferente.
Pero ella, al cabo del tiempo, olvidando por qué había empezado todo, volvió en busca de aquello que antes perseguía, y siguió siendo la chica que el tanto amaba y retrataba.
Ella volvió a caminar sin rumbo, a leer en el balcón y a sentarse en las terrazas ajena al mundo.
Él volvió a sacar su cámara y a esconderse tras las sombras retratando a su amada.
Los dos se amaban pero de nuevo, como cada año, ella le había olvidado.



lunes, 15 de febrero de 2016

ESOS DÍAS

Hoy es uno de esos días en los que me encantaría tenerte cerca, hoy es uno de esos días que eran sólo nuestros, esos en los que las guerras de cosquillas acababan en caricias y besos de buenos días.
Hace más de quince de esos días que ya no hablamos, hace por lo menos dos meses que no tengo noticias tuyas. En estos días tan grises mi memoria te trae de vuelta y mi corazón, que no deja de sangrar, se pregunta dónde estás, mi orgullo no me deja en paz y mis labios sólo te quieren volver a besar. Te recuerdo en cada cojín del sofá, en cada cuadro que ya no está, sigues en la cocina cantándole a la libertad mientras tus manos, sin guía, preparan algo para merendar.
Por favor ten piedad, no me vuelvas a torturar, no vuelvas si te vas a marchar, no me vuelvas a ilusionar, no me intentes volver a atrapar, déjalo estar.
Alguno de esos días mis manos engañan al orgullo y te mandan un “Hola, ¿qué tal?” pero tus dedos, demasiado lentos, me vuelven a recordar que ya no estás y que aunque todo parezca ser normal, nunca será igual. La conversación no va mucho más allá, y un “Yo igual.” Me devuelve a la realidad, en un avión que se acaba de estrellar. Pero yo, en mi ilusión de niña, espero, sin saberlo, cada noche un tú con muchas u que me haga olvidar que debo dejar de soñar y me enseñe a volar.
Creo que no te quiero olvidar, cómo podría dejar escapar tantos  recuerdos, tú me enseñaste la felicidad y me aconsejaste escapar de un mundo que se aproxima cada día más a su final, tú que me enseñaste a volar y me hiciste saltar prometiendo que no me dejarías fallar, y dime ¿dónde estás?
No pienses que para mí fue un simple juego de azar, no creas que no lo pasé mal, no te permitas olvidar la verdad.
Promete que cuando te acuerdes de mí me hablarás y cada vez que en tu cabeza aparezca un “¿Por qué no volverlo a intentar?” me llamarás en busca de aquella felicidad que tanto nos ha hecho llorar.

Hoy es uno de esos días y te vuelvo a preguntar, ¿Por qué no estás?