Nosotras estamos aquí para hablar en nombre de
24 personas o mejor dicho, en nombre de la clase conocida como la creme de la
creme.
En cuarto de la ESO ya estábamos en la famosa
“edad del pavo”. En esta etapa nos dimos cuenta de muchas cosas, como la
utilidad de la “lola” que nos decía Mercedes para la sintaxis, que no debías de
llevar la falda demasiado corta si no querías enfrentarte a un “oye guapa ven
aquí” de Pilar García, o que Jesús te vigilaba desde la sala de profesores
mientras te mandaba correr en el patio.
Y tras esta etapa, comenzamos la más difícil y
decisiva, bachillerato, donde nos separaron según si éramos más de física y
química o de economía y donde comenzamos a tomarnos las cosas más enserio.
Si nos ponemos a pensar en todo lo que hemos
ido dejando atrás, no somos capaces ni de creerlo, y ¿quién más de una vez no
ha pensado “donde nos hemos metido”? Sin embargo, luchamos por todos y cada uno
de nuestros sueños superando los obstáculos que cada día aparecían ante
nosotros.
Cogimos primero con algo de miedo, sobre todo
con los temidos “separad las mesas” de Martín y con las regañinas de la hermana
Manuela en la biblioteca, aunque es cierto que gracias a Eva y a sus trabajitos
las horas allí se nos hacían menos pesadas, y también a Carmen por esos
diálogos en francés donde nos olvidábamos por un momento de los exámenes y
donde nos llegamos a disfrazar más de veinte veces.
Conocimos a profesores y asignaturas nuevas, y
no nos olvidamos del nuevo sistema de evaluación con nuestros queridos amigos
los estándares que tantos problemas nos han dado, gracias al maravilloso cambio
de la ley de educación.
Empezamos dando todo de nosotros
mismos y seguimos así hasta que de repente primero llegó a su fin, tan rápido
como había empezado y nos encontrábamos delante del temido segundo de
bachiller, del cual tantas opiniones hemos oído y que no fueron capaces de
prepararnos para el año que nos esperaba.
Todo comenzó con un: “no tenemos ni idea de
nada” respecto a lo que iba a ser nuestra selectividad, que acabó llamándose
EvAU. Y así seguimos hasta casi el final, aunque lo que realmente nos
preocupaba era ser capaces de entender los diferentes modelos atómicos de
química y todos los teoremas de matemáticas.
Hemos ido haciendo todo despacio y con buena
letra, aunque el susto de no terminar el temario de historia no se nos quitó
hasta casi haber acabado el curso. Vicente, aunque te metas con nosotros por
ser de ciencias, algún día tendrás ese jamón que tanto quieres, lo prometemos.
No podemos negar que ha habido clases que se
hacían más amenas con algo dulce, como las chuches y trufas de Salceda (no
olvidemos esa segunda maleta llena de chocolate que trajo a Múnich y que nos
obligó a comer porque “eso de vuelta no se lo llevaba”) o también las piruletas
de Eva para mantenernos callados.
Y qué mejor momento que este para confesarse:
Jesús, aunque no nos gustasen los muñequitos, nos lo pasábamos genial contigo
en esas tutorías donde siempre nos sacabas una sonrisa; y que nos estábamos
riendo por dentro cuando Isabel dijo que iba a tirar los exámenes de química a
la farola para calificarlos.
Cuando menos te dabas cuenta el tiempo pasaba y
nos encontramos cada vez más cerca de la EvAU, y con más temario que estudiar,
y cosas que todavía no somos capaces de entender del todo (Martín, de verdad
que hemos peleado con uñas y dientes para que nos salgan las integrales).
A pesar de todo, también hemos encontrado
nuestro tiempo de descanso, ese que tanto nos recomienda Luis que nos tomemos,
ya sea en el Fever o de excursión en el cine. También te damos las
gracias por abrirnos las puertas a la psicología y a los experimentos que tanto
te ha gustado hacer con nosotros. Pero el miedo en la clase de química cuando
Isabel corregía un examen no desaparecía.
No nos vamos a engañar, ha habido días que
aparecíamos en clase con más café que sangre en vena, que no podíamos más (pero
pudimos), que queríamos rendirnos (pero no lo hicimos) y eso poco a poco nos ha
ido convirtiendo en quienes somos ahora.
Ha habido profesores que nos han sacado de
quicio en algún que otro momento pero a los que siempre les estaremos
agradecidos, por todas esas broncas que se ha llevado Eva por nuestra culpa,
porque Isabel Pérez ha sido la única que ha conseguido ponernos las pilas para
saber formular de una vez por todas (seguimos intentándolo) o por Isabel
Retuerta que saca a los artistas que llevamos dentro.
También recordaremos las películas de Luis en
las que saltaba la mitad de las escenas, los emoticonos de Patricia en los
exámenes que te hacían ver la nota con un poco más de alegría ,esas reflexiones
mañaneras de Salvador que hacían de todo menos despejarte y las clases de
tutoría quejándonos con Martín a más no poder.
En ocasiones el estrés ha pasado factura, ha
habido algún que otro lloro por los nervios de los exámenes y alguna que otra
cana en nuestras cabezas.
Y por último decir, ahora sí, en nombre de todos
los graduados, enhorabuena chicos, estáis ahí sentados porque os lo habéis
currado. Estamos orgullosos de todo lo que hemos conseguido a pesar de las
dificultades, y creednos cuando decimos que desde la cima que hoy hemos
alcanzado, las vistas merecen muchísimo la pena.
Arantxa Sanz y Elena Cubero
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